Veinte años más o menos. Ese, es el tiempo que pasó años más o menos. Recuerdo que le dije a Becky que se apurara a “arreglar” con Gonchi, una especie de dealer de ese séptimo grado de la escuela República de Bolivia.
Corría el año 1989. Carlos Menem asumía mucho antes el cargo de Presidente mientras el país se hundía en una fuerte hiper inflación con saqueos a comercios de por medio.No serían los últimos en democracia.
Volviendo al tema, recuerdo que negocié con el amigo Gonchi y el Becky (Doc 9) me “los” dio. Elegimos el lugar de manera estratégica donde jugaríamos a ser hombres.
En esa escuela primaria la jornada era completa, es decir se entraba a las siete de la mañana y se salía pasadas las cinco de la tarde. No había tiempo para hacer amigos en otro lado, por ende los lazos amistosos se hacían en la Bolivia. Becky era uno de mis preferidos. Lo sigue siendo.
Había que esperar que suene el timbre testigo el fin de la jornada. Lo seguí a mi amigo. Es que él tenía el “material” encima. Nos sacamos los guardapolvos una vez en la calle. Eran las 18 casi cuando arremetimos hacia el escondite donde haríamos lo prohibido.
Saqué los fósforos, Becky la sustancia… y nos creíamos los más vivos. Al principio comenzamos a toser un poco pero valía la pena jugar a los hombres, imitar como lo hacían los galanes de la televisión. Todo a costa de nuestra salud. Todo a correr el riesgo de contraer un mal hábito. El material eran dos cigarrillos; uno marca Saratoga, el otro de la flamante marca Derby. El dealer Gonchi los había extraído de las cajetillas de su padre. A cambio prometimos ambos ayudarlo a pasar las pruebas finales.
Pasaron los años. Esa idea de jugar a niños dejó secuelas. Los niños aventureros del tabaco se convirtieron en hombres fumadores. Las empresas tabacaleras responden a intereses propios. A sangre y fuego. El cine y la televisión son sus puentes para que millones de adolescentes y niños en el mundo comiencen a fumar. Estas mismas empresas, vaya coincidencia maligna, son las propietarias de grandes cadenas de farmacias, laboratorios y clínicas. Su tarea: recoger los cadáveres y enfermos terminales a causa del cigarrillo. Uno de los que resume este ciclo mortal es el cantante argentino, Roberto Sánchez, Sandro. Ayer abanderado del pucho; hoy esperando un trasplante del pulmón.
Es muy difícil, casi imposible vencer en la Justicia a las tabacaleras. Ellas, mediante sus abogados defensores del Diablo, aducen que informan con anterioridad el mal causado por fumar cigarrillos. Que la data del daño por fumar figura en las diversas marquillas. Lo cierto es que en la Argentina no se conoce que alguna empresa haya pagado ni un peso por algún juicio en su contra y eso que se iniciaron más de un centenar de demandas individuales contra las filiales argentas de la muerte, Nobleza Piccardo o Massalin Particulares.
¿Quién no conoce a alguien que murió por fumar, cáncer de pulmón, garganta?, ¿Quién no es víctima del faso, activo o pasivo?... pero para la Justicia argentina es difícil establecer la relación de causalidad entre el daño causado por el cigarrillo y la muerte. Además, las demandas por daños prescriben a los dos años de conocido el perjuicio. Si uno sufre un accidente de tránsito tiene dos años para reclamar una indemnización en los Tribunales. Y es casi imposible comprobar el daño por fumar, como también lo es comprobar cómo se contrae el hábito.
Hace casi 9 meses que dejé de fumar. Fue y es muy difícil a pesar de nunca fui un gran adicto al tabaco. Mis amigos, como el Becky o el racinguista Walter (doc 9) tras grandes esfuerzos, van dejando el pucho.