30/5/08

La Pantera Negra … y Rosa?




Los registros de la historia dicen que la primera vez que apareció la palabra homosexualidad fue en la Prusia de 1869. Prusia, país hoy inexistente, abarcaba el territorio ubicado en las costas del mar Báltico, que terminaría dando origen a un gran Estado de Europa, precursor de la actual Alemania. La homosexualidad es una orientación sexual que sería algo así como la atracción romántica hacia personas del mismo sexo, un término que el prusiano Karl Maria Kertbeny dio a conocer tras fusionar el término griego homo (igual) con la palabra sexo. Pero siempre que se aprieta por un lado se explota por otro. Y así se despertaron los odiosos de siempre, esos que desprecian a los homosexuales. El término homofobia es de vieja data, incluso de tiempos en que la Biblia cuestionaba la historia de esas ciudades repletas de “degenerados”, Sodoma y Gomorra. Los homofóbicos repudian, sienten miedo, prejuicio y discriminación hacia esas personas que se sienten atraías por las del propio sexo. La combinación es letal: otra vez el griego homo + fobia (miedo).
En la Cuba de Fidel Castro apenas iniciada la Revolución, que puso fin a los negociados de Fulgencio Batista, la homosexualidad fue declarada delito aberrante. Pasarían décadas para su despenalización y la toma de conciencia de Comandante Castro. En 1959, el gobierno revolucionario cubano promulgó una batería de decretos que consiguieron mejorar la calidad de de vida en el país, abriendo un proceso de expropiaciones y nacionalizaciones que afectaron fuertemente a la clase alta y a las empresas del enemigo declarado: los Estados Unidos. En abril de 1961, en una de las últimas medidas de su gobierno antes de entregar el poder a John F. Kennedy, el presidente estadounidense Dwight Eisenhower cortó las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, con ataques de aviones yanquis al pueblo cubano de Bahía de Cochino incluido. Nacía así, un odio irreconciliable entre ambos países. Aunque algo hermanaba a sectores mayoritarios de ambas sociedades de esos países americanos: el odio por los homosexuales. El boxeo no fue la excepción. También fue salpicado por esas broncas y prejuicios.
“Yo soy un hombre criado en las duras zafras de Cuba. No tengo nada que ver con la política de mi país. No me interesa ni Fidel Castro ni el Che Guevara. Tampoco lo que diga el gobierno de los Estados Unidos. Lo único que si sé, es que voy a ganar, porque tú eres una mariquita que le gustan los muchachos”.
Con esa palabras se disparó el boxeador cubano Bernardo “Benny Kid” Paret, minutos previos a la pelea por el titulo mundial de welter que ese 3 de abril de 1962, volvería a disputar con el estadounidense Emile Griffith y así comenzar a sentenciar su destino. Paret, se burlaba de su rival, el moreno Griffith, un púgil veloz que combinaba su tiempo entre el gimnasio y en diseñar sombreros para damas. Para esa época, los combates Paret vs Griffith eran un clásico. Ese día fatal el cubano Paret expondría por segunda vez su cinturón de campeón frente a Griffith, quien lo había perdido en el 61. Esta era su revancha. El boxeo es un deporte de códigos. Lo que nace en el ring, termina en el ring. Esa vez, Griffith no perdonaría que su eterno rival se entrometiera con su sexualidad. Más en esos tiempos homofóbicos al por mayor. Los cronistas deportivos conocían la rivalidad que existía entre los dos boxeadores.
Cuando Paret dijo lo que dijo; el púgil norteamericano no dio vueltas: “Esta vez no sólo voy a ganarte; voy a matarte”.
Siete mil 500 espectadores estaban presentes. El Madison Square Gardens explota.
Hasta el sexto round todo estaba a favor de Griffith, pero Paret no se daba por vencido. Era la guerra. Hasta que el norteamericano, sediento de venganza por recuperar el titulo pero más, por sentirse humillado a divulgarse su sexualidad, golpea a Paret con un potente gancho en la mandíbula. Una lluvia de puños fueron sucediéndose en el rostro del cubano. El referí, Ruby Goldstein, no paraba la pelea… dicen que el fantasma de muerte siempre ronda por los cuadriláteros. Sin embargo, hubo más muertos en el automovilismo, en el civilismo, en el rugby. Desde la óptica del Derecho, si un boxeador muere en un combate, podría haber lugar a una demanda civil, a lo que se conoce como la pérdida de la chance, que no es otras cosa que equiparar cuanto hubiera dado en dinero y otros factores la vida del fallecido. Es difícil de comprobar.
Sucede que tampoco se puede demandar por lesiones ya que no morir en el ring, si se respeta el reglamento, no configura en delito.
La victoria de Griffith fue recibida en silencio. Paret fue sacado moribundo en camilla. Tieso, pálido en su piel morena y cubana. En el hospital Roosevelt le diagnosticaron conmoción cerebral. La operación duró más de dos horas. Paret murió a los pocos días. Dicen que es difícil descifrar que se entiende por nocaut, que en realidad se sabe muy poco acerca de qué es. Paret falleció a causa de un traumatismo encéfalo craneano menor en el cerebro. Esto suele ocurrir cuando la cabeza se mueve muy rápidamente debido a un golpe recibido.
Griffith dijo que no sabía que la pelea había terminado. Aceptó que estaba dominado por la furia: “Paret me insultó”.
La culpa es un elemento de carácter legal que se comete por negligencia, -que es hacer de menos- o impericia o imprudencia,-que es hacer de más-.
Hace meses atrás, Griffith, La Pantera Negra, ahora de casi 70 años de edad, recordando la muerte de Paret, dijo que el referí debió para el combate. Alejado del boxeo desde que el argentino Carlos Monzón lo vencieran en el año 1973, -década de oro del boxeo mundial –confesó su condición de homosexual hace diez años atrás. Dicen que al primero que le contó ese secreto a voces fue a su ahijado Benny, el hijo de Bernardo “Benny Kid”... cosas lindas del boxeo, y de la Pantera Negra… y algo Rosa.

16/5/08

La pintura del Día del Toro



Hay personas que nacen con un don; el don de crear, el de transportar un sentimiento a un papel, a un lienzo o a una pared como toda aquella creación humana que convierte el recuerdo del ayer, en una obra inmortal.
Así lo creyó, el pintor George Bellows un estadounidense nacido en 1882, dedicado a la perpetuidad de los retratos. Su obra más destacada reposa en la Galería Nacional de Arte de Washington, capital federal de los Estados Unidos. Ella reproduce la que para algunos fue la pelea de boxeo más importante de todos los tiempos; el combate entre el local Jack Dempsey contra el argentino Luis Angel Firpo, el 14 de septiembre de 1923.
Bellows era un fanático del mundo del boxeo. Siempre que podía se hacia una escapada para ver alguna pelea. Para este pintor ese deporte era arte pura; la magia de pegar sin dejarse golpear. El juego de saber que no es quien tira más golpe sino quien aguante más el ritmo el mejor boxeador. El mérito de que no es mejor el que pega más, sino el que recibe menos.
La obra más grande de Bellows, llamada “Dempsey vs Firpo” resume mucho. En la Argentina, esa pelea fue una especie de bisagra. Por ese día emblemático, los 14 de septiembre en ese país festeja el Día del Boxeador. Si bien para los argentinos el deporte popular por excelencia es el fútbol, se respiró boxeo por muchos años. En América latina, junto con los mexicanos, los pugilistas argentinos han sabido ganarse un reconocimiento mundial desde los puños de campeones mundiales como fueron Carlos Monzón, Pédro Décima, Uby Sacco, Nicolino Locche, y de ídolos como Ringo Bonavena o José María Gatica.
¿Pero que pasó realmente ese 14 de septiembre del 23, cuyo primer recuerdo inmortalizó el pintor Bellows?.
En mayo de ese año, en los Estados Unidos se estaba gestando la que sería la Pelea del Siglo. Para ello, era necesario buscarle un rival al campeón de la máxima categoría, el local Jack Dempsey. Que mejor que el retador sea quien derrotaría a los mejores de ese año; el argentino Luis Ángel Firpo, conocido como el Toro Salvaje de Las Pampas.
Firpo había nacido en 1894, meses antes que su ahora rival Dempsey. El Firpo niño jamás imaginó su destino. Lejos estaba de él la práctica de ese deporte raro que era el boxeo, en su Junín natal de la provincia de Buenos Aires, más cuando bien de purrete una dolencia en los oídos lo tenía a maltraer. Dicen que descubrió el poder que tenía en sus puños cuando de adolescente noqueó a tres sujetos que intentaron asaltarlo. Pronto iniciaría una carrera boxística que lo llevaría a los Estados Unidos a enfrentar al más grande pugilista de ese entonces. Así fue como el 14 de septiembre de 1923, ante 80.000 personas, enfrentó a Jack Dempsey. La pintura de Bellows paraliza por toda la eternidad el momento en que Firpo arrojara a Dempsey fuera del cuadrilátero por 17 segundos. Por años reposó en el restaurant que el propio pugilista estadounidense poesía en los años 60 en New York. Eran tiempos en que el conteo del árbitro sólo se hacia dentro del ring. Incorporado Dempsey, derrotaría a Firpo en el segundo round. Tras esta pelea, se incorporó a las reglas que el boxeador que derribaba a su contrincante, debía ir al rincón cercano más neutral. Sucede que Dempsey derribó más de nueva veces a Firpo, ya que siempre se quedaba al lado de él sin dejar que el Toro de las Pampas se incorporará.
A pesar de la derrota, esa pelea fue para Firpo el puntapié inicial para una carrera excepcional. Retirado del boxeo, 13 años después de ese combate, Firpo se dedicaría a la ganadería, con el mismo éxito que tuvo como boxeador. Fue propietario de varias estancias, y sería socio en el mismo rubro, de quien había sido su rival de ayer; Jack Dempsey. Dicen que en el cumpleaños 60 de Fripo, su amigo, socio y ex rival, le susurró al odio: “Toro, ese día tendrías que haber ganado vos”…

8/5/08

Siempre celeste... aunque cueste

Su colega lo escuchaba atentamente. Ambos, pasionales hasta la médula, debatían a capa y espada sus diferentes posiciones. -: No te entiendo, al final vos simpatizas por todos; esto viejo, es como el matrimonio, te casas con una y listo.
No es que esas palabras de Hugito escondían al hombre más fiel del mundo. Es que Hugo es de esos que sostienen que sólo se puede simpatizar por un único equipo de fútbol
-: A lo sumo, hace como yo, que soy fana de River, pero mi segundo equipo, es el verdecito, Ferro. Así, sentenciaba el Hugo
En la Argentina el deporte nacional es el pato, según un decreto vigente del primer gobierno peronista de 1953. Se respira fútbol las 24 horas del día argento. La historia decreta que fueron los ingleses quienes inventaron este deporte. Sin embargo hay evidencia científica, que documenta que los soldados romanos, en tiempos de descanso hacia la invasión a Cartago, derretían sus escasos pasatiempos, en jugar al harpastum, una especie de ancestro del fútbol.
Sea como sea, la Argentina es fuente generadora de grandes jugadores de ese deporte mundial. Sin ir más lejos, arriba del podio de todos los tiempos, sigue reposando la figura de un argentino, Diego Armando Maradona. En la Argentina, el fútbol es una cuestión de vida. La pelota oficia como canalizador de todos los problemas. Los porteños Boca Juniors, River Plate, y San Lorenzo, más los dos de la ciudad bonaerense de Avellaneda, Independiente y Racing Club, son los que mayor seguidores en hinchada tienen… pero también hay otros equipos.
La charla continuaba sobre rieles de pasión... Hugo, volvió a disparar su lengua.
-: Además, no te entiendo, como podes ser hincha de Boca, y además simpatizar por Quilmes, y por ese,... como era, Temperley?
La respuesta del otro no se hizo esperar. Y con ella, la llave de este cerrojo del sentimiento, ante la mirada inquisidora del Hugo.
La cosa es más o menos así: el muchacho contó que nació en el mítico barrio de Barracas, pegado al de la La Boca, al sur de la Capital Federal argentina hace treinta años atrás. Allí se crió, conoció a sus amigos y su casa paterna esta ubicada a siete cuadras del mítico estadio del Club Atlético Boca Juniors, la llamada Bombonera. El hombre, a su vez, por rama paterna tiene muchos familiares viviendo en la ciudad de Quilmes, provincia de Buenos Aires. El flaco tenía un speech que Hugo aún no comenzaba a entender: decía que era hincha de Boca por nacer allí, de Quilmes por historia, pero que recién a los 10 años de edad, eligió algo distinto para simpatizar…
Ante el cada vez más interés de su colega y nuevo compañero laboral, el muchacho, logró retrotraerse en el tiempo.
Así, dijo que el 23 de marzo de 1987, comenzó a hacer para él un día inolvidable. Unos familiares lo llevarían por primera vez a la Bombonera. Decía, que desde de niño le llama la atención lo popular, ver mucha gente en las calles. Ese 23 era especial, porque al otro día, el 24, se cumplían once años del golpe militar que desató la peor de las dictaduras. Si, ese domingo 23, no era un día más. Recordaba cada detalle, cada cosa en su lugar. Dijo, que almorzaron temprano, y se fueron para la cancha. A Boca, la cosa le venía fácil: recibía al último en la tabla de posiciones, el sureño Temperley, oriundo de esa localidad del mismo nombre, que junto con Llavallol, Turdera y San José, forman el Partido de Lomas de Zamora, enucleando así, uno de los pulmones del conurbano de la provincia bonerense. El mote proviene, de su fundador, el ingles terrateniente George Temperley, quien en 1870, loteó su casa para fundar el pueblo.
En la fecha 33, en épocas en que el fútbol argentino de primera división aún se disputaba como en Europa, es decir, en un único torneo anual, los augurios decían que el Boca de César Menotti, el técnico que 9 años atrás había dirigido a los campeones del Mundo, lastimaría a Temperley, -conocido como “ Celeste” por el color de su camiseta-, desde los aportes de jugadores como Carlos Tapia, el 9 Jorge Comas, y la Chancha Rinaldi.
Lo cierto es que Boca no pudo quebrar el marcador por las manos de ese gran arquero del Celeste, que era Gabriel Puentedura, un guardameta formado en las divisiones del River Plate que años después sería campeón en el ascenso con Huracán y Banfield.
El muchacho, contó que desde su benjamín mirada de 10 años, no sólo reparó en la imponente hinchada boquense, la llamada N 12 y en el clima que únicamente late en la Bombonera. También sintió como propia ese especie de secuela de epopeya bíblica entre David vs Goliath. Emocionaba cada entrega, la lucha, el amor propio de los jugadores del Celeste, que no se agachaban a la obviedad de la derrota. Temperley era digno; sus jugadores, dirigidos por Rodolfo Motta, apostaron al juego de dar más, sin importar el resultado. Con la fuerza de los hinchas, que a pesar de la mala campaña, acompañaron hasta La Boca, al grito de “celeste, celeste”, consiguieron que el partido finalizara 0 a 0.
Hubo un tiempo en que reinaba el respeto y la consideración hacia el rival deportivo. Actualmente, escasea bastante. El purrete de 10 años jamás olvidaría como los hinchas de Boca, ese 23 de marzo, en la primera vez que iba a la Bombonera, despidieron con aplausos a los gladiadores de su rival de turno, el último en la tabla, Temperley.
-:Entendes, Huguito porque simpatizo por Temperley.
Cerca de fin de ese año 87, el celeste descendió. Ese miso día, en su estadio Alfredo Beranger, ubicado en el corazón de la ciudad, veía salir campeón el Club Rosario Central de la provincia de Santa Fe
Cuatro años después, el celeste o como algunos aún lo llaman, el Gasolero, -por el recordado equipo, de escaso presupuesto, que brilló en los años 70- padeció su peor sombra, al quebrar económicamente y desaparecer. De la mano de una mujer, la contadora Edith Pecorelli, quien se transformó en la primera mujer elegida para dirigir un club de fútbol, sumado al empuje de sus hinchas, Temperley no aceptó la cruel realidad, y tras estar desafiliado por años, volvió desde las últimas categorías a comenzar de nuevo. Otra vez David, venció a Goliath. Otra vez, el siempre que llovió, paró. Que era verdad, eso de que lo que no te mata, te hace más fuerte.
A Hugo recién lo conozco. El barrio me enseñó a darme cuenta rápidamente cuando una persona vale la pena o no. Hugo es piola, un duro, un hombre más de sentimiento y de acción, no tanto de los modales y las leyes a pesar de la profesión que compartimos y el trabajo legal que hacemos. Hugo, ese día, me dijo que también se hizo un poco admirador del Club Atlético Temperley... el siempre celeste... aunque le cueste.



Apunte dedicado a todos los hinchas de Temperley, los de siempre, los de ayer, los de hoy.

2/5/08

La Ley de la Silla


Carolina no daba más. Hacia más de diez horas que estaba parada. No había almorzado. Ni pensar de ir al baño. Así se trabaja en los shopping de la Argentina, sobre todo en esos que se llaman Altos. La experiencia laboral para Caro -cuñada del Doc 9- no podía ser peor. Eso, al margen que las ganancias eran fuertes en ese local de ropa femenina de alta gama; no así ni el sueldo, ni la explotación laboral que sufría Carolina. En plena nuevo milenio, la esclavitud al por mayor. Carolina junto a sus compañeras laborales es obligada a atender a las clientas de pie. “Chicas, lo lamento pero esta prohibido sentarse. No una linda imagen”, repetía como un loro Graciela, la señora encargada del negocio. Y el tintineo de su voz, sonaba a una provocación hacia la historia y a las conquista obreras… y a la ley la 12.205, más conocida como la ley de la silla, redactada por el primer diputado socialista de América, oriundo del barrio La Boca de la ciudad Capital argenta, Alfredo Palacios. La norma era el resultado de una lucha dura y vanguardista de mujeres trabajadoras anarquistas y socialistas, muchas Carolinas de oficios tan variados como tejedoras, alpargateras, trabajadoras del vestido, sombrereras, textiles y demás empleadas de comercio, que en ese año 1907, salieron a las calles para pelear por sus derechos; que el patrón tenga la obligación de proveer una silla para las trabajadoras.
Hasta la creación del voto secreto y obligatorio, en la Argentina, el sufragio era “cantado” y más desprotegido que una planta en épocas de invierno. En 1902, el entonces presidente de la Nación, Julio Roca, inventó un sistema electoral, denominado uninominal por el cual cada distrito electoral, de esa Capital Federal y de cada una de las más importantes ciudades del interior, elegirían sus diputados. En ese barrio de la Boca, arrasó en los comicios de ese marzo de 1904, el flamante diputado Alfredo Palacios, abogado, quien pelearía a capa y espada por la sanción de leyes que protejan los derechos del Trabajo, que casi cuatro décadas después calcaría por igual el peronismo: leyes que tutelen el trabajo, sobre todo para las mujeres, tales como las que establecían el descanso obligatorio antes y después del parto, las que prohibían el trabajo de menores; la jornada laboral de ocho horas; y la Ley de la Silla, producto de cientos de encuentros entre Palacios y miles de mujeres.
Parece mentira que casi 101 años después de la sanción de la Ley de la Silla, Carolina sufre secuelas por estar tantas horas trabajando de pie. Los médicos clínicos y más los podólogos afirman que la permanencia de pie durante muchas horas determina trastornos orgánicos y que una persona este parada por horas prolongada afirma las enfermedades del bajo vientre, y puede producir perturbaciones en la circulación, además de traer anemia y producción de las várices.
Carolina, desde sus flamantes 20 años, desconoce el porqué de estos síntomas que sufre su cuerpo, víctima del desprecio que sus patrones manifiestan por leyes, como esta, que serían sancionadas con la fuerza política que años después Juan Domingo Perón, -a quien Palacios, quien luego se arrepentiría combatió, a tal punto de ser nombrado embajador en Uruguay por la Revolución Libertadora que en 1955 derrocó al gobierno democrático peronista- agarraría el guante del socialismo para proteger a los trabajadores.
El socialista boquense, de bigotes puntiagudos, fue un protector todo terreno de los derechos laborales. Desde 1983, el edificio del Ministerio de Trabajo de la Nación Argentina –que crearía Perón en 1953-, lleva el nombre de Alfredo Palacios.
El peronismo le debe a las batallas de este socialista, las leyes laborales más avanzadas de la Argentina.
“En Cuba los barbudos, en la Argentina los bigotudos...vote vote vote vótelo a bigote", cantaban los argentinos entre 1957 y 1958.; quizá Carolina, cincuenta años después de la Revolución Cubana y más de un siglo de la Ley de la Silla, encuentre como 101 años atrás encontraron esas trabajadoras, a quien la defienda…
"Dr. Alfredo Lorenzo Palacios atiende gratis a los pobres", rezaba la chapa de un abogado recién recibido en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, en la Argentina de 1903.