16/4/08

Persevera… y triunfarás?


Dicen que el término "artes marciales" proviene de China, en tiempos en que los emperadores soñaban con ejércitos invencibles repletos de soldados sedientos de muerte. Guerreros que utilicen todo su cuerpo como una gran arma mortal. Solo que el auge de las armas de fuego fue corriendo de escena a estas artes. Así, el ejercicio marcial y corporal fue dejando su lugar a las escopetas y balas, para formar parte del culto para el desarrollo físico y espiritual de las sociedades orientales. Países como Japón, desde el shintoismo, y Corea desde el budismo, taoísmo y otras disciplinas como el tai chi chuan, impulsaron la práctica de estas artes. Y les dieron nombres, como Judo o Karate en Japón, Kung Fú en China, Taekwondo o Sipalki en Corea, el Muay thai en Tailandia. Se parecen, pero no todas son iguales. Están las que por ejemplo usan armas, como espadas o palos y las que sólo utilizan las manos y piernas. Algunas fueron evolucionando. También aparecieron nuevas como el Aikido japonés en 1960. En las cenizas de la Primera Guerra Mundial, fue precisamente Japón quien mutó la disciplina más antigua, conocida como el “arte de la gentileza”; el Jujutsu, que en el año 1333, crearía el temible guerrero Sekuni. Parece que el Jujutsu es el más sanguinario de todos, incluso que el Karate. La historia de los sistemas de lucha se remonta a los inicios de la humanidad. Particularmente las artes marciales dieron sus primeros pasos a principios del año 1900. En la Argentina, llegaron cerca del año 30. Mucho antes mechó por ese país, el boxeo, que nada tiene que ver con estas artes orientales. Dicen que el boxeo nació en Grecia, en tiempos remotos, antes de Cristo. Aunque la palabra box comienza a utilizarse en la Inglaterra, cerca del siglo XVIII. Siempre hubo pica entre las artes marciales del Oriente y el boxeo occidental. En 1919, irrumpió el primer gran boxeador de la historia mundial de este deporte: Jack Dempsey. Nacido en los Estados Unidos, fue campeón mundial de los pesos pesados entre 1919 hasta 1926. Eran tiempos en que había que ser muy valiente para subirse a un ring de box. Alguien pensaba distinto. Era el japonés Luís Taki, campeón mundial de Jujutsu. Obsesionado por demostrar que su arte marcial era más que el boxeo, Taki –que trabaja en el Ejército argentino enseñando su disciplina- produjo un método de desafío tan particular como novedoso. Envió a todos los cronistas deportivos un comunicado que sostenía que el Jujutsu era más que el boxeo. Y que quería demostrar la superioridad Jujutsu ante varios boxeadores, en distintos combates. Uno de los desafiados era el campeón argentino de peso pesado, Luis Firpo, quien un año más tarde asombraría al mundo cuando con el húmero fracturado y sin que nadie lo supiera, tiró al campeón Jack Dempsey fuera del ring, y a pesar de su derrota, fue protagonista para algunos de la mejor pelea de la historia del box. Sin embargo, quien sólo agarró el guante del reto, fue el boxeador, Luis Galtieri, por entonces campeón argentino semi pesado. La cuestión es que el 15 de julio de 1922, ambos contrincantes subieron el ring. Contra los pronósticos de Taki, el combate terminó con un largo knock-out del japonés. Taki tardó más de media hora en despertarse producto del piñón del argentino. Al despertar, creyó que estaba en Japón y al darse cuenta de la dura realidad, rompió en llanto maldiciendo su derrota. 400 japoneses presenciaron el combate, apostando por su compatriota Taki.
Dos años más después, fiel al estilo terco japonés, Taki no renunció a su lucha de probar que podía vencer a cualquier boxeador desde su Jujutsu. Taki no traicionó su destino: a finales de ese año 24, el campeón de esta arte marcial, fallecería a causa de las trompadas que le diera el boxeador Guippone, en la provincia de Entre Ríos, República Argentina…. En este Apunte su recuerdo.
* Fuente consultada: El arte de los puños, de Pablo Monita

8/4/08

El Negro


El Negro no improvisaba. Conocedor de las mañas políticas y sindicales, intuía que el Presidente Farell no iba a tener al poderoso secretario de Trabajo y Previsión de la Nación mucho tiempo más encerrado en esa Isla Martín García, lugar rústico si los hay, en la que el propio Domingo Sarmiento en tiempos remotos, había soñado como un posible escenario para montar la mismísima Capital Federal de la Argentina.
El Negro no era socialista ni comunista. Únicamente sabía defender a sus compañeros de trabajo de la fábrica textil ante cada trastada patronal. Todos ellos eran miembros de la Asociación Obrera Textil de la sección de la ciudad de Quilmes, donde vivían. Eran tiempos duros para los trabajadores, quienes casi no tenían acceso a los derechos y beneficios sociales, y en ellos sólo reinaba el triste recuerdo de la llamada Semana Trágica, mote que remonta a represión y a la muerte de mil obreros que intentaron reclamar por esos derechos. La realidad política tampoco era mejor. Con el golpe militar a la democracia en 1930 –que sería el primero de la historia -, comenzó a rugir la denominada Década Infame, mote popular para esos años de fraude electoral y canalladas compartidas entre el Ejército y la clase política/económica. Esa conjugación duraría hasta fines de la Segunda Guerra Mundial. En 1943, los militares volverían a tomar el poder; sólo que en ese gobierno castrense seguirían participando personajes del régimen caído de la Década Infame. Dentro de ese Ejército, había un sector llamado Grupo de Oficiales Unidos (GOU). Allí se destacaba un coronel que había sido designado por el nuevo Ejecutivo para estar al frente de la Dirección Nacional del Trabajo. Su nombre Juan Domingo Perón, quien a poco de asumir jerarquizó ese organismo elevándolo a Secretaría de Trabajo y Previsión de la Nación. El ahora secretario recibía a los trabajadores, los escuchaba, cumplía con ellos. Se crearon nuevos gremios, se profundizaba la relación con los empresarios. Por eso el Negro viajaba seguido a la Capital, porque era la voz de los trabajadores textiles frente a los funcionarios de Perón. Allí, cuentan que el Negro se hizo muy amigo de los abogados que trabajaban para otorgar la personería gremial a los nuevos sindicatos. “Abogados buenos; hay que cuidarlos que no abundan”, solía decir el Negro, sin soñar que casi siete décadas después su nieto sería uno de esos letrados cercano a los sindicatos. Pero volviendo al tema, el Negro solía concurrir a esa Secretaría, incluso a veces en compañía de esposa Angelita y su hijo Mandy. Así, se consiguieron beneficios jurídicos como el pago doble por indemnización, el preaviso, el cobro por ausencias por enfermedad, las vacaciones, el aguinaldo. Antes, nada de esas cosas se cumplían.
El Negro no hacia política. Sólo apuntaba a la defensa de sus derechos laborales y los de sus compañeros. Por eso no dudo, de ir con todo y con todos a la Plaza de Mayo, cuando alguien le comento que “pusieron preso a Perón”. Eran las 16 de ese día largo e histórico de que sería el 17 de octubre de 1945.
“Queremos a Perón”, “queremos a Perón” o “yo te daré, te daré niña hermosa, te dará una cosa, una cosa que empieza con P: Perón”, eran algunas de las canciones que vociferaban las enormes columnas que pedían por la liberación del secretario de Trabajo camino a la Plaza de Mayo, símbolo de la política argentina. Venían de todas partes; de
San Martín, Avellaneda, La Plata, Lanús, Gerli, Barracas, de los talleres de Chacarita, de Parque Patricios; de las fundiciones y acerías de Lomas de Zamora; y eran de todos los oficios; torneros, mecánicos, fundidores, peones. La movilización de los textiles de Quilmes vino encolumnados con el Negro. Hacia las 23, miles de trabajadores reclamaban la liberación del funcionario que el propio gobierno encarceló.
- Que hacemos Perón?, dicen que le preguntó el Presidente Farrel a su funcionario detenido, ahora en las cercanías de uno de los balcones de la Casa de Gobierno.
- General, tenemos que llamar a elecciones.
- Pero con “estos” que hacemos, van a quemar la Rosada, que sugiere, repicó Farrel
- Presidente, es el pueblo, que quiere elecciones ya, contestó el secretario de Trabajo.
- Perón, déjese de joder con las elecciones, eso sucederá, palabra de honor pero ahora, saque a estos locos de acá, que se vayan¡¡
Perón habló frente a esos trabajadores, entre los que estaba el Negro. Tres meses más tarde, en febrero del 46, ganaría las elecciones presidenciales frente la Unión Democrática que contaba con el apoyo del embajador de los Estados Unidos. En la familia, dicen, que fue uno de los días más felices del Negro… mi abuelo, un dirigente sindical de otros tiempos.

1/4/08

El gran diario y María Soledad




A poco de terminar el Mundial de Fútbol de Italia, donde el equipo argentino obtuvo el subcampeonato, un caso policial copó las tapas de los diarios. Era el crimen de María Soledad Morales, una adolescente nacida en la provincia de Catamarca. El caso fue resonante, captó por años los títulos de los medios de comunicación. Hasta hubo una película. Sin embargo, nunca se analizó este crimen más allá del accionar de la Justicia y el propio panorama político. Este Apunte, -que es un resumen de un viejo trabajo práctico de una materia cursada en la Facultad de Derecho de la UBA- trata de poner la lupa en el rol de los medios de comunicación al momento de difundir la noticia del homicidio pero desde otra perspectiva. Explicar el caso, no a partir de la aparición del cadáver de la estudiante catamarqueña María Soledad en septiembre de 1990, sino desde los dichos que el entonces diputado nacional justicialista, Ángel Luque, máximo operador político en la Capital Federal de quien era entonces gobernador de la provincia de Catamarca, Ramón Saadi, -heredero natural de un antigua clan político-, realizó al dueño de la prensa mediática argentina; el diario Clarín.
¿Qué había dicho Luque?, ¿Hasta donde influye los medios al momento de condenar?, ¿El poder es o no es impunidad?, ¿Existe la ética del periodismo, o el fin justifica los medios?, ¿Qué consecuencias tiene para la justicia penal el tratamiento mediático de los casos penales? Son algunas de las preguntas para responder.
En política tener suerte no es una ventaja que se regala gratuitamente: es la consecuencia lógica de una voluntad puesta al servicio de determinados objetivos: a diferencia de su padre, el peronista Vicente Saadi, el arquitecto de una de las dinastías más influyentes de los últimos cincuenta años en la política nacional, el por entonces gobernador de Catamarca de los años 90, Ramón Saadi se vio encerrado en sus propias contradicciones y terminó como una pieza loca en un tablero más loco. Fue así que en medio de un mar de contradicciones terminó eligiendo como operador político en el Congreso de la Nación a quien sería de manera directa o indirecta, el puntapié inicial de su destitución como jefe del Ejecutivo catamarqueño: Ángel Luque, el Gordo, quien había sido el secretario privado del “viejo” Vicente. Ángel era el padre de Guillermo Luque, uno de los condenados por el homicidio de María Soledad, una estudiante de diecisiete años que cursaba quinto año en el Colegio del Carmen y tenia de novio a un vecino, Luís Tula. Decían que Tula había presentado a María Soledad a Guillermo Luque, hijo de Ángel. Así fue como ambos se convirtieron en los primeros sospechosos del crimen de esta adolescente
En abril del 91, meses después que apareciera el cadáver de Maria Soledad, Ángel Luque recibió en su casa al periodista de Clarín, Luís Diegues. Allí, Luque en lo que se conoce en la jerga periodística “off the record”, como un comentario más de una amena charla ante este periodista, soltó la frase que lo sentenciaría: “Si mi hijo hubiera matado a esa chinita, nunca hubieran encontrado el cadáver”... esas palabras, que a lo lejos de Luque, era una combinación de palabras sueltas, fueron mucho más de lo que sugería: terminó en la tapa del diario Clarín. Es tapa repercutió en el Congreso Nacional y en el todo el país. Nadie hablaba de otro cosa que no sea este caso. En el Parlamento todo comenzó cuando el diputado socialista en soledad Simón Lazara, que hacía política en sintonía con el bloque de la UCR, anunció que presentaría un pedido de desafuero para el diputado justicialista de Catamarca, Ángel Luque por las declaraciones que había realizado el día domingo 6 de abril de 1991 en el diario Clarín, y su posterior publicación el día lunes. Es que Luque había comprometido a un poder de la República como es el Legislativo.
En la Comisión de Asuntos Constitucionales de la Cámara de Diputados de la Nación, su presidente, el entonces menemista Jorge Yoma, dio lugar a todos los mecanismos para indagar el caso, cuyo puntapié inicial fueron las declaraciones de Luque en Clarín. Así fue que se citó al por entonces jefe de Redacción de Clarín, Roberto Guareschi, y a los periodistas que estuvieron ese fin de semana en Catamarca y tuvieron el encuentro con el diputado Angel Luque. El fotógrafo Carlos Bairo y al periodista Luis Dieguez. El Gobierno nacional de Carlos Menem se veía atrapado en una especie de encerrona política de imprevisibles consecuencia: la oposición, legisladores radicales y anti menemistas podían triturar a Dieguez, y con él a Luque. ¿Cómo afirmaría el periodista que lo que dijo Luque era veraz, si no tenía ni grabación ni toma de apuntes, alterando el código de ética que es sagrado entre periodista y fuente en el llamado “off the record?
Rápido de reflejos, conocedor de los tiempos políticos más que de la ética periodística, el diputado de la Ucedé, Francisco Duradoña y Vedia, de amplia amistad con los dos referente del saadismo, el patriarca Vicente y el entonces gobernador catamarqueño, Ramón Saadi, convenció a Luque de que asuma realmente como suyas las declaraciones publicadas en Clarín. Semanas después, Luque, el operador político en Buenos Aires del gobernador Saadi, era expulsado por “inhabilidad moral”. Eso pasaba en la Capital Federal; mientras tanto, en la provincia de Catamarca, Marta Pelloni directora del Colegio al que concurría María Soledad, comenzó a impulsar una modalidad poco común en esa provincia, que fuera patentada por las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, en otros tiempos. Las llamadas marchas del Silencio que terminarían haciendo caer el gobierno provincial. Esas marchas superaron cadenas de encubrimiento, pistas, testimonios falsos, testigos que se retractaron bajo amenazas o fueron corrompidos por el poder. Vencieron los cambios de gobierno provinciales democráticos. Fueron caminatas de resistencia y lucha, que dejaron expuestos a políticos, comisarios, narcos, jueces, policías, clérigos de alto rango. En 1996 se abrió el juicio penal a los dos sospechosos por el crimen, el novio Tula y el hijo del poder, Luque. El poder político puso al frente a jueces impresentables y el juicio cayó. Pasaría un año para que se rearme un nuevo Tribunal. Fue detenido incluso el ex gobernador Ramón Saadi. Fue sobreseído. Hubo condena para Tula y Luque. Al hijo del poder, 21 años de prisión por considerarlo coautor de violación seguida de muerte agravado por el uso de estupefacientes y por el concurso de dos o más personas. A Tula, 9 años en su carácter de participe secundario de violación e inhabilitación por el mismo periodo de sus respectivas condenas para ambos. Tula salió de la cárcel en Abril de 2006. En tanto Guillermo Luque tiene pautada la Libertad Condicional para 2010.
¿Sería otro el destino del caso si Clarín no publicaba esas declaraciones?, ¿violó el Off the Record el periodista?, ¿Y si Luque no se hacia cargo de lo que dijo, que hubiese pasado?... preguntas sin respuestas.