Si con los bombardeos del 16 de junio de 1955 intentaron matar a Juan Perón y terminar con el peronismo, con la masacre de Trelew del 22 de agosto de 1972 intentaron evitar su retorno triunfal y su consagración por las urnas.
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Sapo en Feria Mataderos, CABA, Argentina |
De allí, la determinación consumada esa madrugada del 22 de agosto de 1972, otra muestra de la dimensión del odio del terrorismo de Estado a tono con el antecedente inicial de los fusilamientos del 9 de junio de 1956.
Todos, hombres y mujeres, eran jóvenes. Todos habían depuesto sus armas en un acuerdo de palabra, con periodistas y otros exponentes como testigos al fracasar el intento de huir en un avión hacia Chile.
Todos eran miembros de organizaciones armadas peronistas y de izquierda, producto de una época signada por la violencia, iniciada precisamente en 1955.
Todos estaban presos en el penal de Rawson, desde donde en una operación parcialmente consumada habían conseguido escapar seis exponentes de las cúpulas de esas organizaciones: Roberto Santucho, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Mena (ERP), Fernando Vaca Narvaja (Montoneros) y Marcos Osatinsky y Roberto Quieto (ambos de FAR).
Diecinueve se sumaron después, viajaron en taxis hasta Trelew e intentaron hacerlo en otro avión, que a diferencia del anterior -y advertido de lo que estaba pasando en el aeropuerto- no aterrizó.
Fue en esa circunstancia que depusieron su actitud y registraron la postal de su inocencia por las acusaciones posteriores de sus asesinos: están los 19 en esa foto ante las puertas del viejo Aeropuerto con sus armas dejadas en el piso.
El compromiso adquirido era reintegrarlos a la cárcel de Rawson. No se cumplió: los llevaron a la base Almirante Zar, bastión de la Marina. Los garantes de la operación fueron bajados del ómnibus a poco de arrancar. Ese 15 de agosto se ponía en marcha el siniestro plan de matarlos a todos una semana después.
La pueril y absurda excusa fue que habían intentado huir: no alcanzaron a rematarlos a todos porque tres de ellos (dos hombres y una mujer) se salvaron por milagro pese a sus graves heridas. Las declaraciones posteriores de los tres -que tiempo después también serían asesinados- permitieron conocer los detalles de aquella carnicería de los marinos dirigidos por el capitán de corbeta Luis Emilio Sosa.
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Palacio de Justicia, CABA. |
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Evitas en el gremio Suterh. Julio 2012 |
Cuando Sosa ordenó a los detenidos que salieran de sus calabozos individuales al estrecho pasillo, él fue el primero en quedar de frente ante sus asesinos. Lo masacraron y, después, seguirían con su familia. El genoma antiperonista de aquella Marina mataba hasta la muerte; la génesis del golpe cuatro años después.
A Rodolfo Ortega Peña, link aquí